Los papeles de Narciso Lima Achá

“Me llamo Narciso Lima-Achá. Nací en Macata, un pueblo de la provincia Omasuyos (departamento de La Paz). A muy tierna edad fui traído a la ciudad por un tío mío, después de la muerte de mis padres, quienes encontraron trágico fin en un accidente. Dicho tío era hermano de mi padre, y quedó como apoderado de los pocos bienes que hube heredado, hasta que yo llegase a la mayoría de edad; y a él se debe el apellido que llevo, y que me puso arbitrariamente cuando me hizo bautizar, poco antes de traerme a La Paz, según llegué a saber más tarde; pues mi tío Luis -así se llamaba él- consideraba como una desventaja el que yo llevase mi verdadero apellido, toda vez que la gente de la ciudad, llevada por el prejuicio, dizque iba a despreciarme, lo que hubiese ido en contra de los proyectos de mi tío, destinados a hacer de mí todo un doctor y un  caballero. Soy mestizo, y en realidad me llamo Narciso Limachi. Tal es mi verdadero nombre. Pero me quedé con el de Narciso Lima-Achá. ¡Qué apellido ridículo! Seguramente a mi tío se le antojaba muy distinguido, y de eso no cabe duda.

Mi tío, como buen católico, iba a misa todos los días, y rezaba todas las noches; y por otra parte -para alegría del cura-, odiaba a los evangelistas, y les hacía la guerra -no los podía ver ni en pintura. Lo cierto es que tanto los indios como mis numerosos parientes, vivían en perpetuo estado de zozobra; pues por ese entonces, el así llamado Ejército de Salvación había empezado ya a martirizar a la población, y muy pronto se llegó a la conclusión de que los famosos evangelistas eran una maldición. Por lo demás, a mí me gustaba ir a la iglesia; y el olor de la iglesia me gustaba -y me sigue gustando. Los santos, con caperuzas de paño y con capas de tarlatán, bien abrigados en sus altares, me miraban con ojos de asombro; y yo iba y me sentaba en un oscuro rincón, y hablaba con un santo, llamado Santiago, que andaba a caballo.

En realidad, corre por mis venas sangre aymara a raudales. Mi abuelo paterno era indio y mi abuela de raza blanca. Y mi padre se casó con una india. Por eso tengo en mis venas más sangre india que otra cosa; y me enorgullezco sinceramente de ello. Pero, cosa curiosa, yo no parezco un mestizo ni por asomo, y mucho menos indio, lo que a veces me induce a pensar -y Dios me perdone- que mi nacimiento estuviese rodeado de algún misterio. Mi cara es
blanca, y mi cabello castaño. En fin, fui sumamente buen mozo en mi juventud; y tuve mucha suerte en amores y amoríos de diversa índole… Pero ya habrá tiempo para hablar sobre esto, y desde luego que con mucha extensión”.