Tocnolencias

Había que ver al invisible

Había que ver al invisible que se anunciaba con un hálito de frío y que hacía sentir su presencia con atroces malestares noche tras noche muy malo sería no llegar a verlo y peor aun dejar de verlo pues sólo a condición de ser visto se revelaría en toda su plenitud y era esto lo que precisamente urgía una noche estaba trabajando en su cuarto sentado frente a la mesa y con un lápiz trazaba el modelo de una caja de cuero destinada a guardar no sé qué objeto y habiendo diseñado el perímetro levantó la mano para recoger el compás cuando a esto alzó los ojos y de pronto le llamó la atención una oscura mancha en la superficie de la puerta en vista de lo cual y no sin cierta aprensión se levantó para mirar de cerca no tardando en comprobar que se trataba de una mariposa nocturna inmóvil y como pintada y aunque le pareció que no era una mariposa nocturna cualquiera ello no obstante no acertaba a explicarse el por qué y si la dejó estarse y no la mató fue porque las mariposas nocturnas en general le seducían quién sabe por qué aunque por otra parte se sentía siempre intrigado por sus ojos oblicuos y por sus antenas vibrantes y ante todo por una mística en el estar y por un estar cual custodios de quién sabe qué misterios o cual en eterna espera de quién sabe qué revelaciones que surgirían de ultraterrenos abismos lo que precisamente parecía confirmarse en aquellos momentos a los ojos del observador quien a todo esto se congratulaba secretamente por haber escrito no hacía poco cierto poema que en efecto se refería a los enigmas en verdad pavorosos que guardarían estas criaturas nocturnas.

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Con súbito sobresalto se preguntó si la mariposa nocturna que acababa de ver no sería el invisible que se habría hecho visible y con atroz duda que lo llenaba de terror y con un terror que le helaba la sangre en las venas dirigió fugazmente una temerosa mirada hacia la puerta para encontrarse con que la mariposa nocturna ya no estaba allí lo que de hecho significaba que efectivamente había visto al invisible pero que sin embargo había dejado de verlo y como ya sabía que con esto se desencadenarían inimaginables fuerzas aniquiladoras que ningún poder humano sería capaz de sofrenar se sintió perdido y tal sería el espanto que lo sobrecogía que se desplomó pesadamente a tiempo que profería un gemido habiendo quedado tendido en el suelo para recuperar al cabo el conocimiento sin tener la más remota idea del tiempo transcurrido y viéndose de pronto en medio de impenetrable oscuridad no pudo menos que preguntarse por el lugar en que se hallaba ya que tenía por seguro que éste no era su cuarto sin embargo una luz tenue comenzó a vislumbrarse en un sitio que sin duda correspondía a una ventana lo que no tardaría en confirmarse cuando a todo esto pudo distinguir aunque vagamente un ámbito de grandes proporciones con blancas paredes y con una larga y angosta mesa flanqueada en ambos costados por sillas de altos respaldos hacia el fondo y más allá de un barandado de madera podía verse un altar cubierto por negros crespones y ahora que la luz cobraba cierta intensidad se hizo notorio el abandono que reinaba por doquier en el recinto al pie de una puerta tapiada con adobes se arrollaba una alfombra que seguramente en otro tiempo sirvió para cubrir el piso de ladrillo ahora desnudo a lo largo de una de las paredes se amontonaban rimeros de ropa y toda clase de trapos en medio de papeles y de libros y de canastas y de mil objetos diversos formando una montaña que se perdía entre las sombras del tumbado debajo de la mesa unos ponchos unos sombreros unas monturas y otros arreos no dejaban ver el lado opuesto un fuerte olor a guano impregnaba el ambiente hasta donde podía alcanzar su mirada no había rastro de puerta alguna excepto la que estaba tapiada por lo que no se explicaba cómo así pudo haber salido la gente que un día habitó el recinto tan sólo ahora percibió una reja en la ventana que iluminaba el ámbito y que por lo demás era la única por otra parte ya podía descartar cualquier posibilidad de mirar a través de ella dada la considerable altura en que se situaba sin embargo hubo de confesarse que no sentía el menor deseo de moverse del lugar en que yacía aun a pesar del frío mortal que le calaba los huesos y que no obstante consideraba grato y para gran alarma de su parte tampoco veía ninguna necesidad de salir de allí por lo mismo que se sentía perfectamente y habiendo permanecido todo el tiempo en una misma posición inclinó de pronto la cabeza y con intempestivo escozor en los ojos se vio repentinamente en tinieblas y sin solución de continuidad apareció en su cuarto como si tal cosa sólo que en este momento se encontró con que la mariposa nocturna aleteaba sobre su mesa de trabajo y ante sus asombrados ojos alzó aturdido y tímido vuelo para posarse luego en la batiente de la puerta.

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Ahora se quedó con los ojos clavados sobre el nocturno visitante decidido como estaba a no apartar ni por un instante la mirada y tendría sus buenas razones para ello y por cierto muy sobradas pues no ignoraba el significado de una contemplación como ésta y sabía muy bien que una vez comenzada ya no conocería término de tal manera que se dispuso a llevar las cosas hasta sus últimas consecuencias como que en realidad no le quedaba otro camino según se lo confesaba en lo íntimo cuando a todo esto hizo acopio de valor y serenidad e invocando al invisible que se materializaba en la imagen de la mariposa nocturna y poniendo infinito cuidado en no apartar los ojos de ésta retrocedió cautelosamente y alargó un brazo para buscar a tientas una silla en la que se instaló a tiempo que se despedía del mundo y de la vida y con mirada fija y con aire contemplativo allí se quedó inmóvil para siempre jamás.